Las vacas (NO) están matando al planeta

En agosto la ONU dio a conocer un informe de carácter urgente, donde entre otras acciones recomendaba reducir el consumo de carne para disminuir el impacto ambiental de la ganadería. Sin embargo, estudios demuestran que el sector bovino no solo representa un pequeño porcentaje de las emisiones de GEI, sino que además contribuye a su mitigación.

Jorge Salazar Vallejos
Médico Veterinario
Asesor Predial
jsv.vet@gmail.com

Los gases en la atmósfera que atrapan radiación se denominan “gases de efecto invernadero” (GEI) e incluyen el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O) y el metano (CH4), entre otros. A partir de la revolución industrial, la actividad humana ha provocado el aumento de las concentraciones de GEI en la atmósfera, lo que ha llevado a un aumento de la temperatura atmosférica de la Tierra, fenómeno conocido como “calentamiento global”. Durante los últimos dos siglos, la concentración de CO2 y de N2O en nuestra atmósfera ha aumentado un 31% y 16%, respectivamente, mientras que la concentración de metano se ha duplicado en igual periodo. De los tres gases mencionados, el más abundante en la atmósfera es el CO2, mientras que el más dañino por su potencial de calentamiento es el NO2.

Los bovinos poseen un sistema digestivo que tiene la capacidad de aprovechar y convertir material fibroso con altos contenidos de carbohidratos estructurales, en alimentos de alta calidad nutritiva: la carne y la leche. Sin embargo, por sus características innatas, este mismo sistema digestivo también produce metano, un gas con efecto invernadero que contribuye al calentamiento global.

No cabe duda que el impacto del cambio climático en nuestro planeta es alarmante, y a medida que los efectos nocivos se han intensificado, la producción ganadera se ha convertido en un objeto de cuestionamiento. Se argumenta que la producción ganadera genera más GEI que todo el sector del transporte, afirmación falsa por cierto, pero la persistencia de esta idea lleva a suposiciones inexactas en relación al consumo de carne y leche y el cambio climático.

Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, las principales fuentes de emisión de GEI en EE.UU durante el 2016 fueron la producción eléctrica (28% del total de emisiones), el transporte (28%) y la industria (22%). La agricultura y la ganadería representaron apenas un 9% de las emisiones, cifra a la que la ganadería contribuye con un irrisorio 3,9%. Los números demuestran que la ganadería no se puede comparar con el transporte en términos de contaminación.

En 2006, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó un estudio titulado “La larga sombra del ganado: problemas ambientales y opciones”. El informe, que atrajo la atención internacional, afirmaba que la ganadería producía un asombroso 18% de los gases de efecto invernadero en todo el planeta. La agencia llegó a una conclusión sorprendente: el ganado hacía más daño al clima que todos los tipos de transporte juntos.

Esta afirmación es falsa y fue desmentida por Henning Steinfeld, autor principal del informe. El error residía en que los analistas de la FAO llevaron a cabo una evaluación integral del ciclo de vida para estudiar el impacto climático de la crianza del ganado, pero a la hora de analizar el transporte emplearon un método diferente.

Para el ganado, la FAO tuvo en consideración todos los factores asociados a la producción de carne, entre los que se encuentran las emisiones generadas por la elaboración de fertilizantes, la conversión de bosques en pastos, el cultivo de pienso y las emisiones que provienen de los animales (eructos y deposiciones) desde su nacimiento hasta su muerte.

Sin embargo, cuando analizaron las emisiones de carbono producidas por el transporte ignoraron los efectos sobre el clima que provienen de la fabricación de materiales y piezas de los vehículos, el ensamblaje de los mismos y el mantenimiento de carreteras, puentes, aeropuertos y otras infraestructuras. En su lugar, solo tuvieron en cuenta las emisiones de autos, camiones, trenes y aviones. Como resultado, la comparación que hizo la FAO de las emisiones de gases de efecto invernadero entre ganadería y transporte estaba completamente distorsionada.

Además, los cambios tecnológicos, genéticos y de gestión que han tenido lugar en la agricultura y la ganadería durante los últimos 70 años han hecho que la producción ganadera sea más eficiente y menos nociva para el medio ambiente. Según la base estadística de la FAO, las emisiones directas de gases de efecto invernadero en EE.UU. han disminuido un 11,3% desde 1961, mientras que la producción de carne procedente de la ganadería se ha multiplicado por más de dos.

Mucha gente sigue pensando que dejar de comer carne un día a la semana influirá en la lucha contra el cambio climático. Nada más lejos de la realidad. Un estudio reciente demuestra que incluso si todos los estadounidenses eliminasen todas las proteínas animales de sus dietas, las emisiones de gases de efecto invernadero del país solo se verían reducidas en un 2,6%. Según los resultados de la investigación realizada por Mitloehner, en la Universidad de California, en Davis, si toda la población de Estados Unidos se sumara a la práctica del meatless monday (lunes sin carne), se apreciaría una reducción de gases de tan solo el 0,5%.

La demanda de carne está creciendo en las economías emergentes y en vías de desarrollo, como Oriente Medio, el norte de África y el sudeste asiático a la cabeza. Aun así, el consumo de carne por individuo en estas regiones todavía dista mucho de los países desarrollados. En 2015, la media de consumo de carne anual per cápita en los países con economías sólidas fue de 92 kilogramos, mientras que en Oriente Medio y en el norte de África fue de 24 kilos, reduciéndose hasta los 18 en el sudeste asiático.

En cualquier caso, dado el crecimiento previsto de la población en el futuro, países ganaderos como Chile deberán adoptar prácticas más sostenibles para la cría del ganado.

TAMBIÉN CONTRIBUYEN A MITIGAR

La salud de los suelos, cuya cantidad de materia orgánica es el principal indicador, controla la capacidad de producción de nuestros campos, donde suelos sanos, estables y productivos permiten a los agricultores enfrentar de mejor forma los vaivenes del mercado y los efectos del cambio climático.

La agricultura y ganadería no solo son responsables de una parte de las emisiones de GEI, sino que también contribuyen a su mitigación a través del secuestro de carbono atmosférico, como carbono orgánico a los suelos.

¿Cómo secuestrar carbono?

  • Aplique enmiendas orgánicas como el compost, estiércol, biosólidos y abono orgánico.
  • Deje los residuos de cosecha de cultivos (rastrojos) en el suelo sin quemarlos.
  • Adopte la cero labranza o mínima labranza para evitar la perturbación mecánica del suelo y la oxidación de la materia orgánica.
  • Realice rotaciones y elimine el monocultivo.
  • Implemente rotaciones con mayor diversidad de cultivos, incluyendo praderas.
  • Combine árboles y arbustos con cultivos (agroforestería) o praderas (silvopastoreo).
  • Acorte o elimine los períodos de barbecho de verano.
  • Incorpore cultivos orgánicos o biológicos que permitan mantener y mejorar el equilibrio ecológico del suelo.
  • Mejore la fijación biológica de nitrógeno, cultivando leguminosas, como la alfalfa u otras especies pratenses, o leguminosas de grano.
  • Establezca praderas.
  • Incorpore cubiertas vegetales en viñedos y huertos frutales.
  • Maneje la intensidad de pastoreo.

Beneficios para el productor

  • Mejora la estructura del suelo al formar agregados estables (terrones) más resistentes a la compactación, mejorando la aireación del suelo.
  • Aumenta la capacidad de infiltración y retención de agua.
  • Aumenta la fertilidad del suelo, ya que la materia orgánica contiene nutrientes como fósforo y nitrógeno.
  • Aumenta la diversidad y la biomasa microbiana, como hongos micorrícicos que llevan nutrientes a las plantas, bacterias promotoras de crecimiento, etc.
  • Disminuye el riesgo de erosión hídrica y eólica.

El cambio climático demanda atención urgente y la industria ganadera genera una gran cantidad de efectos negativos que afectan al aire, al agua y a la tierra. Este impacto, junto con el vertiginoso crecimiento de la población mundial, nos proporciona razones de sobra para continuar trabajando en la búsqueda de una mayor eficiencia en la agricultura animal.

La proyección del crecimiento poblacional a nivel mundial se sitúa en 9.800 millones de personas para el año 2050. Cómo alimentar a una cantidad tan descomunal de habitantes supondrá un gran desafío. Los nutrientes por ración de la carne superan a los de las opciones vegetarianas, y los animales rumiantes crecen gracias a alimentos que no son comestibles para los humanos. La cría de ganado, además, supone ingresos económicos necesarios para los pequeños agricultores de países en vías de desarrollo: se estima que la ganadería es el sustento principal de mil millones de personas en todo el mundo.

*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation el 25 de octubre 2018, por Frank M. Mitloehner, profesor de ciencia animal y especialista en extensión de calidad del aire en la Universidad de California, Davis, Estados Unidos.

Referencias

  • Mitloehner, F. 2018. Yes, eating meat affects the environment, but cows are not killing the climate.
  • Etcheverr, P., Barahona, V. 2017. Una base más estable. El secuestro de carbono en los suelos como alternativa de adaptación al cambio climático.
  • Alfaro, M., Muñoz, C. 2012. Ganadería y gases de efecto invernadero.